No me gusta escuchar las conversaciones ajenas, pero en esta ocasión no he podido evitarlo.
Verás,
El viernes me fui a cenar a un restaurante que suelo frecuentar bastante. Me senté en la terraza y pedí para beber y comer.
En la mesa de al lado hay un hombre y dos niños.
El hombre está entretenido con sus hijos (o nietos). Juega con ellos y los niños parece que se lo están pasando bien.
Pero llega un amigo del hombre, se acerca a la mesa y le pregunta si ha visto los nuevos fichajes del Barça. Que es para alucinar.
El otro niega sorprendido y se enzarzan en una conversación de esas que parecen arreglar el mundo.
Mientras, los niños, ya sin atención, se empiezan a alborotar, pero el padre (o abuelo) sigue muy metido en la conversación.
A continuación el amigo se va y el hombre de los niños saca su teléfono móvil y se pone a ver un partido de fútbol.
Los niños siguen sin libres y sin atención.
Todavía me siguen sorprendiendo las conversaciones que tienen muchas personas.
Conversaciones que no van a ningún sitio. Conversaciones que empiezan a subir de tono si una de las partes no está conforme con la otra.
En un bar o restaurante aún no he escuchado ninguna conversación en la que hablen de negocios, inversiones o de dar ideas para mejorar la situación (sea en el ámbito que sea)…
Quizá es más fácil quejarse de algo que ni te da dinero, ni felicidad y que no puedes cambiar.
¿Te apetece aprender para tener una buena y constructiva conversación sobre inversión?
Apúntate a los cursos de Bolsa Mallorca presenciales